Mujeres y sus deberes

Creo que después del día de mi cumpleaños, no había recibido tantos mensajes (texto, face, pin, watshap y afines) como el del día de la mujer,  y la verdad verdadera, es que muchos no los entendí y otros no sé que tanto celebraban.
A ver, en los mensajes recibidos pintaban a la mujer como lo más sublime, maternal y casi celestial al mero estilo de la Virgen María,  y no, no, no; no todo puede estar dirigido a sólo un vértice de nuestra composición porque para empezar no todas las mujeres son madres y no todas son sublimes, vamos a dejar claro ese punto.
Otros decían que era una guerrera, emprendedora, luchadora y demás sinónimos que te dejaban la cara tipo wao, el orgullo henchido y ganas de decirte “eres lo máximo”, pero ey, ey páralo ahí, si eso es cierto entonces por qué  muchas son tratadas como sirvientas, otras somos mal pagadas y otras (desgraciadamente) violentadas (con todos los tipos que describe nuestra ley).
Entonces llegué a la conclusión que no había mucho que celebrar, algunas me dirán que como siempre soy extremista y los logros han sido significativos, pero después de tantas lunas creo que el avance no ha sido mucho, no me voy a ir a otros países donde la situación de las mujeres es realmente lastimosa, sino que me enfocaré en la Venezuela donde vivo y después piensen si no estoy diciendo la verdad.
Empezamos porque la mayoría de los padres (aunque eso ha ido cambiando) cuando saben que su primer hijo es niña casi entran en shock,  hacen que el médico les pase el aparatico del ecógrafo como 20 veces por el abultado vientre femenino para corroborar que de entre las piernas del feto no guinda absolutamente nada, sino que son labios perfectamente definidos. Ahí empieza la discriminación, aunque semanas después muera de amor y se parta como una galleta cuando ve la cara de su hermosa recién nacida.
A medida que va creciendo le encasquetan aburridísimas muñecas, cocinas, ollas y demás peroles, como un presagio negro de lo que podría ser tu futuro; y si la nena se revela y pide carros, patinetas y demás instrumentos divertidos enseguida le dicen que eso no es de señoritas (segunda discriminación ). La ración de comida del hermano siempre es más abundante, porque “es varón y necesita comer más”, para que después, de pasapalo, tenga que fregar los platos.  Así es, no hay nadie más machista que la madre venezolana, por eso es quelas mujeres  no terminamos de avanzar, por el saboteo de las congéneres.
En tus primeros años de juventud, intentan buscarte la universidad más cercana para tenerte vigilada, cosa que por supuesto no ocurre con el sexo masculino, él decide para donde le dé su regalada gana ir a estudiar y para más inri, aunque ahora  tienes la capacidad de decidir cuando y como salir embarazada (eso es un avance); si decides ser dueña de tus decisiones y de tu entrepierna, entonces lo menos que recibirás es el epíteto de “facilita” ¿por qué? Si el hombre que lo hace es simplemente “experimentado”. Tamaña diferencia!!.
Aunque las aulas universitarias están llenas de mujeres, no ocurre lo mismo con los puestos de trabajo, de hecho algo que no necesita tanto estudio como despachar en una farmacia, siempre dice en la solicitud de personal “sexo masculino”, estoy cansada de ver ejemplos como esos en diversos sitios. Y si ya tienes el trabajo y hay un ascenso, no miden habilidades sino que el hombre tiene “menos compromisos en casa” y puede comprometerse más en el trabajo, y zas! El puesto es para el hombre.
Muchos se casan para tener una mujer de servicio gratis, a la que maltratan psicológica y financieramente por solo mencionar algunas de sus formas, adueñándose de su mente, cuerpo y voluntad. Y todavía en muchos casos al momento de denunciar, las autoridades tienen los cojones  de preguntar si de verdad está segura de denunciar a su “marido”.
Puedo seguir dando ejemplos de lo que ocurre no en Irak, ni en la India, sino acá en Venezuela, pero no me alcanzarían las páginas del periódico para hacerlo, por eso insisto, el motivo de celebración no es tanto, en cambio si lo son los motivos para luchar.
Estoy convencida de que esto va a cambiar cuando nosotras las madres dejemos de criar hombres machistas y mujeres sumisas, cuando nuestras niñas sean dueñas de su voluntad y no esclavas de una sociedad que les dicte qué hacer;  cuando piensen tan libremente que sus acciones no se conviertan en remordimientos, cuando les enseñemos que tienen derecho a todo lo que está puesto en la faz de la tierra; que el límite es el cielo,  y que los orgasmos no se fingen sino que se exigen y se viven. Ese es el deber ser de una mujer. He dicho!


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