Depende de la cola

       
A lo largo de estos dos años he visto como han ido aumentando en volumen, anécdotas y violencia, las colas venezolanas, lo que se inició con una escasez de productos de lujo como el nesquik o el queso crema philadelphia, terminó con desaparición o inaccesibilidad de lo básico como caraotas.
La gente madruga, o duerme allí (ese decreto de no pernocta no se cumple). muchos nos negamos a hacer la cola, esperábamos el mejor momento cuando no hubiese casi gente, o buscábamos panas que nos hicieran pasar en las entradas o al final comprábamos revendido en las bodegas, eso si, si comprabas hoy la semana que viene el sueldo no daba para volver a comprar revendido, porque la especulación es mucha.
En mi caso, si no tenía harina compraba plátanos, si no tenía lavaplatos compraba de esos genéricos, y así fui hacie,ndo con muchos productos hasta que me tocaron las toallas sanitarias, que va, esa opción de compresas de tela tipo siglo XIX que ofreció mi paisana Cilia Flores, no me convenció y así me tocó hacer la cola.
Hacer cola es como el baile de graduación, hay que ir con el traje, la actitud y la persona adecuada. Adiós tacones y maquillaje e incluso adiós al blue jeans, debes ir en licras y franelas y zapatos deportivos de preferencia sucios; con actitud de pilas pero en su justa medida, porque si te excedes la líder de la cola o "la que la marca" puede terminar marcando tu cuerpo con una puñalada como ocurrió en Las Tejas, debes ir preparado psicológicamente para esperar, empujar y  discutir, no hay de otra y debes ir en compañía de alguien, así una puede descansar mientras el otro está en la cola, es un oficio la vaina.
Los super que en una época fueron un placer para nosotros como Kromi Market, ahora los vemos plagados ( sí, viene de la palabra plaga) de esta nueva clase social llamada bachaco y que gana más de dinero que cualquier empleado público.
Bueno, como decía al principio, viendo a lo lejos y a veces de cerca las colas, he notado que la gente no solo tiene una imagen corporativa, esa de las licras y franelas, sino una actitud de agresividad que se ha extendido al reflejo de sus rostros, no es el simple cansancio de la espera, es la violencia contenida por la rabia, la desesperación, la angustia, la impotencia de no tener a quien reclamar, es una arrechera que se dibuja en cada rostro, en cada boca apretada en cada ceño fruncido, en cada par de ojos cargados de fuego listos para expandirse con cualquier gota de gasolina. Es odio, el venezolano está cargado de odio.
Sin embargo este fin de semana vi una cola gigantesca con una feria del empleo que organizó La Polar en San Diego, miles de jóvenes y otros no tanto esperaban su turno para mostrar su curriculum y entrar a la corporación alimenticia más grande del país. Fue tanto el éxito del llamado empresarial, que algunos tuvieron que esperar hasta 2 ó 3 horas para ser atendidos, ahí nadie se coleaba, todos esperaban con calma y más que calma con entusiasmo, con esperanzas, con sueños contenidos en sus cabezas, reían, hablaban en voz baja y sus caras estaban llenas de ilusiones, transmitían optimismo y ganas de echar para adelante.

Estos aspirantes esperaban como en la cola del super, pero en sus rostros no había odio, sino esperanzas por los sueños que pueden cumplir. He ahí la diferencia de ambas colas, he ahí la diferencia del país que tenemos y el que soñamos. Ese país que todos queremos rescatar y cuya oportunidad no es otra que el 6D. Por eso les decía que todo: DEPENDE DE LA COLA

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